Lo que hace el aburrimiento (por dios!)
Tengo algo llamado "estomatitis". Es un fiaca porque tengo la boca toda llena de llagas y aftas. No puedo comer casi nada y para colmo estoy de mal humor. El lado positivo de esto es que si no como entonces quemo calorias almacenadas en mi cuerpo [lease rollos....y si, llamemoslos por su nombre!].
Ayer me enteré la presentación de Cosmogonía no contará con mi presencia: al autor y su socia se les ocurrió el complot de presentarlos el dia que me voy de viaje de egresados. En fin. Desde ya mis felicitaciones para mantícora y su socia [cuyo nombre desconozco] y mucha suerte en la presentación.
Al estar de vacaciones se me ocurrió leer un libro que ya muchas personas me lo recomendaron. Entonces, semana antes de terminar las clases fui a la biblioteca del colegio y saque RAYUELA, de Cortázar. Como algunos sabrán, tiene dos formas de leerse: una, leer de corrido todos los capitulos hasta el 54 y luego los capitulos que se pueden presindir [asi es como decidí leerlo yo]. La otra es saltando por distintos capítulos: se arranca en el 72 y de ahi se sigue un orden que esta especificado en el libro. El otro día, cunado recien empezaba a leer el libro, me topé con una descripción que me llamó much la atención y que pensé en poner aca con el fin de leerla cuando quisiera. Es la siguiente:
"Desde la infancia apenas se me cae algo al suelo tengo que levantarlo, sea lo que sea, porque si no lo hago va a ocurrir una desgracia, no a mi sino a alguien a quien amo y cuyo nombre empieza con la inicial del objeto caído. Lo peor es que nada puede contenerme cuando algo se me cae al suelo, ni tampoco vale que lo levante otro porque el maleficio obraría igual. He pasado muchas veces por loco a cause de esto y la verdad es que estoy loco cuando lo hago, cuando me precipito a juntar un lápiz o un trocito de papel que se me han ido de la mano, como la noche del terrón de azúcar en el restaurante de la rue Scribe, un restaurante bacán con montones de gerentes, putas de zorros plateados y matrimonios bien organizados. Estabamos con Ronald y Etienne, y a mi se me cayo un terrón de azúcar que fue a parar abajo de una mesa bastante lejos de la nuestra. Lo primero que me llamó la atención fue la forma en que el terrón se había alejado, porque en general los terrones de azúcar se plantan apenas tocan el suelo por razones paralelepípedas evidentes. Pero este se conducía como si fuera una bola de naftalina, lo cual aumentó mi aprensión, y llegue a creer que realmente me lo habían arrancado de la mano. Ronald, que me conoce, miro hacia donde había ido a parar el terrón y se empezó a reír Eso me dio todavía mas miedo, mezclado con rabia. Un mozo se acerco pensando que se me había caído algo precioso, una Parker o una dentadura postiza, y en realidad lo único que hacia era molestarme, entonces sin pedir permiso me tire al suelo y empece a buscar el terrón entre los zapatos de la gente que estaba llena de curiosidad creyendo (y con razón) que se trataba de algo importante. En la mesa había una gorda pelirroja, otra menos gorda pero igualmente putona, y dos gerentes o algo así. Lo primero que hice fue darme cuenta de que el terrón no estaba a la vista y eso que lo había visto saltar hasta los zapatos (que se movían inquietos como gallinas). Para peor el piso tenia alfombra, y aunque estaba asquerosa de usada el terrón se había escondido entre los pelos y no podía encontrarlo. E1 mozo se tiro del otro lado de la mesa y ya éramos dos cuadrúpedos moviéndonos entre los zapatos-gallina que allá arriba empezaban a cacarear como locas. E1 mozo seguía convencido de la Parker o el luis de oro, y cuando estabamos bien metidos debajo de la mesa, en una especie de gran intimidad y penumbra y el me preguntó y yo le dije, puso una cara que era como pare pulverizarla con un fijador, pero yo no tenia ganas de reír, el miedo me hacia una doble llave en la boca del estomago y al final me dio una verdadera desesperación (el mozo se había levantado furioso) y empece a agarrar los zapatos de las mujeres y a mirar si debajo del arco de la suela no estaría agazapado el azúcar, y las gallinas cacareaban, los gallos gerentes me picoteaban el lomo, oía las carcajadas de Ronald y de Etienne mientras me movía de una mesa a otra hasta encontrar el azúcar escondido detrás de una pata Segundo Imperio. Y todo el mundo enfurecido, hasta yo con el azúcar apretado en la palma de la mano y sintiendo como se mezclaba con el sudor de la piel, como asquerosamente se deshacía en una especie de venganza pegajosa, esa clase de episodios todos los días".
auvidersen!.....salud!....y disculpas
Ayer me enteré la presentación de Cosmogonía no contará con mi presencia: al autor y su socia se les ocurrió el complot de presentarlos el dia que me voy de viaje de egresados. En fin. Desde ya mis felicitaciones para mantícora y su socia [cuyo nombre desconozco] y mucha suerte en la presentación.
Al estar de vacaciones se me ocurrió leer un libro que ya muchas personas me lo recomendaron. Entonces, semana antes de terminar las clases fui a la biblioteca del colegio y saque RAYUELA, de Cortázar. Como algunos sabrán, tiene dos formas de leerse: una, leer de corrido todos los capitulos hasta el 54 y luego los capitulos que se pueden presindir [asi es como decidí leerlo yo]. La otra es saltando por distintos capítulos: se arranca en el 72 y de ahi se sigue un orden que esta especificado en el libro. El otro día, cunado recien empezaba a leer el libro, me topé con una descripción que me llamó much la atención y que pensé en poner aca con el fin de leerla cuando quisiera. Es la siguiente:
"Desde la infancia apenas se me cae algo al suelo tengo que levantarlo, sea lo que sea, porque si no lo hago va a ocurrir una desgracia, no a mi sino a alguien a quien amo y cuyo nombre empieza con la inicial del objeto caído. Lo peor es que nada puede contenerme cuando algo se me cae al suelo, ni tampoco vale que lo levante otro porque el maleficio obraría igual. He pasado muchas veces por loco a cause de esto y la verdad es que estoy loco cuando lo hago, cuando me precipito a juntar un lápiz o un trocito de papel que se me han ido de la mano, como la noche del terrón de azúcar en el restaurante de la rue Scribe, un restaurante bacán con montones de gerentes, putas de zorros plateados y matrimonios bien organizados. Estabamos con Ronald y Etienne, y a mi se me cayo un terrón de azúcar que fue a parar abajo de una mesa bastante lejos de la nuestra. Lo primero que me llamó la atención fue la forma en que el terrón se había alejado, porque en general los terrones de azúcar se plantan apenas tocan el suelo por razones paralelepípedas evidentes. Pero este se conducía como si fuera una bola de naftalina, lo cual aumentó mi aprensión, y llegue a creer que realmente me lo habían arrancado de la mano. Ronald, que me conoce, miro hacia donde había ido a parar el terrón y se empezó a reír Eso me dio todavía mas miedo, mezclado con rabia. Un mozo se acerco pensando que se me había caído algo precioso, una Parker o una dentadura postiza, y en realidad lo único que hacia era molestarme, entonces sin pedir permiso me tire al suelo y empece a buscar el terrón entre los zapatos de la gente que estaba llena de curiosidad creyendo (y con razón) que se trataba de algo importante. En la mesa había una gorda pelirroja, otra menos gorda pero igualmente putona, y dos gerentes o algo así. Lo primero que hice fue darme cuenta de que el terrón no estaba a la vista y eso que lo había visto saltar hasta los zapatos (que se movían inquietos como gallinas). Para peor el piso tenia alfombra, y aunque estaba asquerosa de usada el terrón se había escondido entre los pelos y no podía encontrarlo. E1 mozo se tiro del otro lado de la mesa y ya éramos dos cuadrúpedos moviéndonos entre los zapatos-gallina que allá arriba empezaban a cacarear como locas. E1 mozo seguía convencido de la Parker o el luis de oro, y cuando estabamos bien metidos debajo de la mesa, en una especie de gran intimidad y penumbra y el me preguntó y yo le dije, puso una cara que era como pare pulverizarla con un fijador, pero yo no tenia ganas de reír, el miedo me hacia una doble llave en la boca del estomago y al final me dio una verdadera desesperación (el mozo se había levantado furioso) y empece a agarrar los zapatos de las mujeres y a mirar si debajo del arco de la suela no estaría agazapado el azúcar, y las gallinas cacareaban, los gallos gerentes me picoteaban el lomo, oía las carcajadas de Ronald y de Etienne mientras me movía de una mesa a otra hasta encontrar el azúcar escondido detrás de una pata Segundo Imperio. Y todo el mundo enfurecido, hasta yo con el azúcar apretado en la palma de la mano y sintiendo como se mezclaba con el sudor de la piel, como asquerosamente se deshacía en una especie de venganza pegajosa, esa clase de episodios todos los días".
auvidersen!.....salud!....y disculpas
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